Yo ya pensaba que lo había
contado casi todo sobre mi experiencia con "La Mula" pero hoy de
casualidad he leído algunos comentarios que hizo el director Radford y me he
dado cuenta que todavía quedan cosas por aclarar.
Dijo Radford que "¿cómo
iba él a abandonar SU película?".
Tenéis que saber que Radford
no fue el promotor del proyecto. El guión le llegó porque se lo mandé yo y él
aceptó dirigir la película por encargo.
Mis padres se habían
divorciado. Un divorcio horrible, por desgracia como el de tantos otros, una
especie de "Guerra de los Rose" pero peor porque los hijos
trabajábamos todos en la empresa familiar y la tensión entre mis padres se
vivía también en el trabajo. Me afectó mucho.
Pasado un tiempo decidí, junto
a mi marido poner en marcha nuestra propia productora, Gheko Films.
Dediqué un año a leer. Busqué
guiones y novelas que se pudieran producir. Adquirí varios derechos.
Necesitaba un abanico de
proyectos porque algunos consiguen salir adelante pero otros no. Si te centras
solamente en uno, puedes tener la mala suerte de que después de dedicarle mucho
tiempo y esfuerzo, tu proyecto se caiga y por eso, necesitas siempre trabajar
en varios a la vez.
Acababa de terminar de leer un
libro de Juan Eslava Galán y pensé que era muy cinematográfico. Así que me puse
en contacto con él para ver si los derechos estaban disponibles.
Juan me comentó que le hacía
especial ilusión llevar al cine una novela suya que había publicado no hacía
mucho tiempo. Me dijo que se llamaba “La Mula”.
Ya la conocía, me había leído
la sinopsis en la librería pero no la había comprado. Era una novela sobre la
guerra civil y no entraba en mis planes hacer (como dirían algunos) “otra
película de la guerra civil….” Esto no se lo podía decir a Juan porque
no podía negarme a lo poco que me pedía, que era leer “La Mula” primero. Así que me fui a comprar la novela y me instalé en el sofá.
Cuando empiezo a leer una novela,
sobretodo si es por trabajo, es como cuando me siento en la butaca del cine. Me
entra una especie de mariposas en la tripa. Sí; tengo que enamorarme de nuevo,
es necesario para después encontrar la pasión que hace falta para luchar con
todas mis fuerzas por el buen fin de la futura película. Necesito que me atrape
hasta el final, que me despierte, que me emocione. A la vez, me entran
los miedos a sentirme defraudada, a aburrirme. Pero, siempre me embarco con la
misma ilusión a pesar de las muchas veces que me he quedado dormida a mitad de
una página.
Lo bueno de la novela “La
Mula” es que esta vez no confiaba mucho en este nuevo amante y fui cayendo
rendida poco a poco, cada vez que terminaba una página, un capítulo. Se hizo de
noche y seguía leyendo. Ya en la cama, mi marido que hacía tiempo no me había
visto tan concentrada, quiso interrumpir mi tan apasionada lectura. La
pausa fue breve porque no quería dejar de leer y para que mi marido lo
comprendiera rápidamente, simplemente le dije:
“esto es un Óscar.”
La novela reunía todos los
ingredientes que hacen falta para hacer una buena película: un protagonista con
el que te identificas, una historia sencilla, un mensaje humanista. Además,
ofrecía una visión de la guerra civil española sin buenos absolutos, ni malos
absolutos. Pensé que en ese sentido “la mula” sería una película original
frente a otras película de su mismo género, aunque solo fuera por eso.
Ya me imaginaba a Juan Castro,
el protagonista, con su mula, cruzar el atardecer de Sierra Morena. Le oía con
su acento, de Jaén, hablando bajito, susurrando piropos como solo lo saben
hacer los del Sur. En fin, estaba enamorada de la novela hasta las
trancas.
Después de unas cuantas
vueltas, al final fue Juan Eslava Galán quien escribió el guión original.
Recuerdo imprimir mi primera
copia y todavía calentita colocarla sobre mis rodillas de camino a casa. Estaba
tan orgullosa.
No tenía todavía, ni reparto,
ni director, pero el guión era ya tan bueno que generaba expectación y ya tenía
una importante distribuidora interesada en la película.
Había hablado sucesivamente
con algunos directores españoles, pero no había terminado de cuajar con
ninguno. El problema estaba en lo que yo, precisamente más admiraba de la
novela, en el retrato naturalista de la guerra frente a las visiones personales
y maniqueas de los directores.
Después de haber hablado con
uno de ellos, recomendado por la distribuidora, iba de camino para decirles que
tampoco había surgido el flechazo con aquel director.
“Creo que tenemos que buscar
un director extranjero, los de aquí tienen todos una visión muy personal sobre
la guerra civil y no son capaces de comprender que esta novela no va de buenos
y malos, si no de seres humanos que tratan de sobrevivir en una guerra”, le
dije.
“Te traigo esta guía, hay más
de cuatro mil. Podemos elegir.”
Y le regalé la Hollywood
Creative Directory’s of Film directors.
Mi regalo le encantó, aunque
mi intención era la de comprobar que la idea de contratar a un director extranjero
para una película tan española no era completamente descabellada.
Le expliqué que me había
contactado una productora inglesa que estaba intentando poner en marcha un
proyecto con Radford en España y que buscaba coproducción. Aquel proyecto
estaba todavía en una fase muy inicial y yo le había mandado el guión de “La
Mula” para ver si lo podíamos hacer antes, mientras se desarrollaba el otro
proyecto.
El ejecutivo de la
distribuidora, había distribuido “Il Postino" (El Cartero y Pablo Neruda)
en España, sabía que Radford ya hablaba español y coincidió conmigo que había
que contar “La Mula” con el mismo tono con el que se había contado “Il
Postino…” Huyendo de los alegatos políticos y centrándonos en la humanidad de
los personajes.
La respuesta de Radford no
tardó en llegar: “Es el guión que llevo esperando recibir desde hace veinte
años.”
Nada había que me hiciera
presagiar que este director pondría en peligro la película. El proyecto
no había surgido de él, de acuerdo, y Radford había declarado públicamente que
"Flawless" (Un plan brillante) era un trabajo "alimenticio"
utilizando el adjetivo peyorativo que usan algunos artistas para calificar los
trabajos que aceptan por encargo. Sin embargo yo, le confíe la película
por completo, la puse en sus manos como aquel que le pide al lobo que cuide de
las ovejas, con total ingenuidad.
Cuando Radford me pidió que le
cediera todos los ingresos de la película, fue cuando recibí esa bofetada de
realidad y me di cuenta de que "La Mula" era para Radford el trabajo
alimenticio que llevaba esperando hacer desde hacia veinte años. Al fin y al
cabo eran los años que llevaba esperando para repetir el éxito de taquilla que
había tenido con "Il Postino" . Ya que sus últimos trabajos,
alimenticios o no, habían sido grandes fracasos económicos.
Soy el productor, el promotor
original de la película, la empecé, la acabé.
Dicen que ya no existen los
productores cineastas, que solo queda una especie de intermediarios
comisionistas que actúan entre las fuentes de financiación y los artistas. Es
falso. Hay productores que como yo, se enamoran de las historias, se endeudan
hasta las cejas para hacer películas, participan en todas las decisiones creativas y no paran hasta que las estrenan. Quieren
recibir el aplauso del público o los abucheos. Les merece la pena el riesgo
porque trabajan con pasión. Una pasión absurda e incomprensible por el cine.
Hay muchos apasionados en la
industria de hacer soñar. Siempre los ha habido. Este año hemos podido ver películas como
"La invención de Hugo" o "The Artist" en homenaje a los que
luchan por sus películas, independientemente de si es porque trabajan
por encargo o porque pueden.
(Espero que siga siendo así porque solo así se podrá exclamar ¡larga vida al cine! y si es español... mejor).
Alejandra
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