Ahora que ha saltado el escándalo respecto a la SGAE, me ha parecido que era el momento perfecto para escribir un post sobre derechos de autor (cinematográficos).
Básicamente lo que dice la ley de propiedad intelectual (la famosa LPI) es que cualquier autor tiene derecho a participar de los beneficios que genere su obra. Con esto, lo que se quería solucionar eran los conflictos que surgían cuando la obra de un autor que había sido cedida por un tanto alzado pequeño, generaba unos beneficios enormes y este autor, no percibía nada de esos beneficios. O sea que el precio pactado antes de la explotación de la obra se convertía en ridículo comparado con los beneficios que se generaban a posteriori.
¡Hola! |
Las leyes de copyright anglosajonas sin embargo no regulan esta posibilidad y la participación en los beneficios se fija libremente entre las partes. En cambio, en Francia, Italia y otros países europeos el sistema de reparto está regulado por una LPI similar a la nuestra y como ya sabéis, en nuestro país, una de las agencias encargadas de recaudar es la SGAE.
No entraré en como funciona la SGAE, ya que vamos a tener tema SGAE hasta en la sopa. Lo que sí que es evidente es que la SGAE se ha convertido en experta recaudadora, además de en experta exprimidora, a la hora de sacarle jugo a las obras protegidas. Tanto es así, que con la LPI en la mano, como te pille la SGAE tarareando una canción ¡te cobra!
Hemos pasado del atropellado autor al que le habían pagado 3 euros cuando su obra había generado 3 millones al codicioso autor que no perdona un céntimo por silbar su canción (bueno… si no recuerdo mal, una estrofa es gratis) .
¡...es como si el fontanero que me ha arreglado el retrete quisiera cobrarme cada vez que tiro de la cadena! y ¡durante toda mi vida! “
En mi gremio, cabe imaginar que todos los guionistas sueñan con escribir un único guión y vivir de él toda su vida. Obvio, ¿a quién no le encantaría vivir de las rentas? Sin embargo los productores americanos alucinan con la LPI y ya he oído exclamar a más de uno algo parecido a: “¡...es como si el fontanero que me ha arreglado el retrete quisiera cobrarme cada vez que tiro de la cadena! y ¡durante toda mi vida! “
De un extremo a otro… Porque, la LPI diferencia claramente el trabajo de un fontanero al trabajo de un guionista. No todo el mundo es autor. Solamente lo es, la persona natural que crea alguna obra literaria, artística o científica. Y la obra de un albañil no tiene nada que ver con la obra de un autor, simplemente porque no es una creación original literaria, artística o científica. Aunque puestos a discutir, más de uno podría decir que la obra de su cuarto de baño es tan artística como la de los baños de la Alhambra que es patrimonio cultural de la humanidad. Incluso se atrevería a decir que es mucho más artística que algún que otro guión que se lleva a la gran pantalla… Nada… que en menos que canta un gallo, no solo serán los arquitectos, como ya sucede, los que reclamen una modificación de la LPI para que se vean reconocidos sus derechos de autor, a estos se podrían unir albañiles, carpinteros, escayolistas y demás artesanos, como ya sucedió en el mundo del cine con los directores de fotografía, estando ya reconocidos el director, el guionista y el compositor como autores. Las líneas que separan al artesano del artista, al hacedor del creador son muy finas, y todo el mundo quiere comerse una parte del pastel y si no se lo comiera, con llamarse artista se podría dar con un canto en los dientes, que eso de que le consideren a uno “artista” anima mucho.
Aprovecho para reivindicar los premios a los niños, que trabajan, cobran y se merecen ese reconocimiento.”
Anima tanto, que algunos pierden la cabeza. Y no lo digo yo. Lo dice la Academia de Cine ¡que no quiere premiar a los niños artistas para que no se les suba a la cabeza! Aprovecho para reivindicar los premios a los niños, que trabajan, cobran y se merecen ese reconocimiento. Ya están sus familias para hacerles sentar la cabeza cuando les de el subidón del Goya. Muchos adultos, sin embargo cegados por sus egos, no hacen ni caso a sus familias y el subidón acaba degenerando en lo que yo llamo “el síndrome de Marilyn” (por Marilyn Monroe, que era tan maravillosa… y a la vez tan… insoportable)
Bien, pues la LPI incluye un antídoto contra el síndrome de Marilyn. Es el artículo 91 de la LPI:
Art. 91
Aportación insuficiente de un autor.
Cuando la aportación de un autor no se completase por negativa injustificada del mismo o por causa de fuerza mayor, el productor podrá utilizar la parte ya realizada, respetando los derechos de aquél sobre la misma, sin perjuicio, en su caso, de la indemnización que proceda.
¿Esto que quiere decir? Pues muy simple. Que si a uno de los autores le da un siroco y se coge las maletas, el trabajo de los demás, no solo el de los otros autores también el de todos los que participan en una película, además de la inversión ya hecha por el productor, se pueden salvar.
Un caso bastante famoso fue el del documental “ONLY CABALLÉ” . La productora demandó al director, por no finalizar la obra, lo que obligó a la productora a tener que contratar un sustituto y en relación con la utilización de la aportación incompleta del primer director, la sentencia señaló que ello no suponía vulneración alguna de los derechos de autor, toda vez que la utilización de dicha aportación está expresamente permitida por el artículo 91 de la LPI.
Pues eso, que mientras la LPI contiene un antídoto contra el “síndrome de Marilyn”, me parece, tal y como están sucediendo las cosas, que todavía no contiene ninguno contra la codicia.
Alejandra Frade