miércoles, 16 de mayo de 2012

TRABAJO POR ENCARGO


Yo ya pensaba que lo había contado casi todo sobre mi experiencia con "La Mula" pero hoy de casualidad he leído algunos comentarios que hizo el director Radford y me he dado cuenta que todavía quedan cosas por aclarar. 

Dijo Radford que "¿cómo iba él a abandonar SU película?".  

Tenéis que saber que Radford no fue el promotor del proyecto. El guión le llegó porque se lo mandé yo y él aceptó dirigir la película por encargo. 

Mis padres se habían divorciado. Un divorcio horrible, por desgracia como el de tantos otros, una especie de "Guerra de los Rose" pero peor porque los hijos trabajábamos todos en la empresa familiar y la tensión entre mis padres se vivía también en el trabajo. Me afectó mucho. 

Pasado un tiempo decidí, junto a mi marido poner en marcha nuestra propia productora, Gheko Films.  

Dediqué un año a leer. Busqué guiones y novelas que se pudieran producir. Adquirí varios derechos. 

Necesitaba un abanico de proyectos porque algunos consiguen salir adelante pero otros no. Si te centras solamente en uno, puedes tener la mala suerte de que después de dedicarle mucho tiempo y esfuerzo, tu proyecto se caiga y por eso, necesitas siempre trabajar en varios a la vez.  

Acababa de terminar de leer un libro de Juan Eslava Galán y pensé que era muy cinematográfico. Así que me puse en contacto con él para ver si los derechos estaban disponibles.

Juan me comentó que le hacía especial ilusión llevar al cine una novela suya que había publicado no hacía mucho tiempo. Me dijo que se llamaba “La Mula”.

Ya la conocía, me había leído la sinopsis en la librería pero no la había comprado. Era una novela sobre la guerra civil y no entraba en mis planes hacer (como dirían algunos) “otra película de la guerra civil….”  Esto no se lo podía decir a Juan porque no podía negarme a lo poco que me pedía, que era leer “La Mula” primero. Así que me fui a comprar la novela y me instalé en el sofá.

Cuando empiezo a leer una novela, sobretodo si es por trabajo, es como cuando me siento en la butaca del cine. Me entra una especie de mariposas en la tripa. Sí; tengo que enamorarme de nuevo, es necesario para después encontrar la pasión que hace falta para luchar con todas mis fuerzas por el buen fin de la futura película. Necesito que me atrape hasta el final, que me despierte, que me emocione.  A la vez, me entran los miedos a sentirme defraudada, a aburrirme. Pero, siempre me embarco con la misma ilusión a pesar de las muchas veces que me he quedado dormida a mitad de una página.

Lo bueno de la novela “La Mula” es que esta vez no confiaba mucho en este nuevo amante y fui cayendo rendida poco a poco, cada vez que terminaba una página, un capítulo. Se hizo de noche y seguía leyendo. Ya en la cama, mi marido que hacía tiempo no me había visto tan concentrada, quiso interrumpir mi tan apasionada lectura. La pausa fue breve porque no quería dejar de leer y para que mi marido lo comprendiera rápidamente, simplemente le dije: 

“esto es un Óscar.”

La novela reunía todos los ingredientes que hacen falta para hacer una buena película: un protagonista con el que te identificas, una historia sencilla, un mensaje humanista. Además, ofrecía una visión de la guerra civil española sin buenos absolutos, ni malos absolutos. Pensé que en ese sentido “la mula” sería una película original frente a otras película de su mismo género, aunque solo fuera por eso.

Ya me imaginaba a Juan Castro, el protagonista, con su mula, cruzar el atardecer de Sierra Morena. Le oía con su acento, de Jaén, hablando bajito, susurrando piropos como solo lo saben hacer los del Sur. En fin, estaba enamorada de la novela hasta las trancas. 

Después de unas cuantas vueltas, al final fue Juan Eslava Galán quien escribió el guión original. 

Recuerdo imprimir mi primera copia y todavía calentita colocarla sobre mis rodillas de camino a casa. Estaba tan orgullosa.

No tenía todavía, ni reparto, ni director, pero el guión era ya tan bueno que generaba expectación y ya tenía una importante distribuidora interesada en la película.

Había hablado sucesivamente con algunos directores españoles,  pero no había terminado de cuajar con ninguno. El problema estaba en lo que yo, precisamente más admiraba de la novela, en el retrato naturalista de la guerra frente a las visiones personales y maniqueas de los directores. 

Después de haber hablado con uno de ellos, recomendado por la distribuidora, iba de camino para decirles que tampoco había surgido el flechazo con aquel director.

“Creo que tenemos que buscar un director extranjero, los de aquí tienen todos una visión muy personal sobre la guerra civil y no son capaces de comprender que esta novela no va de buenos y malos, si no de seres humanos que tratan de sobrevivir en una guerra”, le dije.

“Te traigo esta guía, hay más de cuatro mil. Podemos elegir.”

Y le regalé la Hollywood Creative Directory’s of Film directors.

Mi regalo le encantó, aunque mi intención era la de comprobar que la idea de contratar a un director extranjero para una película tan española no era completamente descabellada.

Le expliqué que me había contactado una productora inglesa que estaba intentando poner en marcha un proyecto con Radford en España y que buscaba coproducción. Aquel proyecto estaba todavía en una fase muy inicial y yo le había mandado el guión de “La Mula” para ver si lo podíamos hacer antes, mientras se desarrollaba el otro proyecto.

El ejecutivo de la distribuidora, había distribuido “Il Postino" (El Cartero y Pablo Neruda) en España, sabía que Radford ya hablaba español y coincidió conmigo que había que contar “La Mula” con el mismo tono con el que se había contado “Il Postino…” Huyendo de los alegatos políticos y centrándonos en la humanidad de los personajes. 

La respuesta de Radford no tardó en llegar: “Es el guión que llevo esperando recibir desde hace veinte años.”

Nada había que me hiciera presagiar que este director pondría en peligro la película.  El proyecto no había surgido de él, de acuerdo, y Radford había declarado públicamente que "Flawless" (Un plan brillante) era un trabajo "alimenticio" utilizando el adjetivo peyorativo que usan algunos artistas para calificar los trabajos que aceptan por encargo.  Sin embargo yo, le confíe la película por completo, la puse en sus manos como aquel que le pide al lobo que cuide de las ovejas, con total ingenuidad. 

Cuando Radford me pidió que le cediera todos los ingresos de la película, fue cuando recibí esa bofetada de realidad y me di cuenta de que "La Mula" era para Radford el trabajo alimenticio que llevaba esperando hacer desde hacia veinte años. Al fin y al cabo eran los años que llevaba esperando para repetir el éxito de taquilla que había tenido con "Il Postino" . Ya que sus últimos trabajos, alimenticios o no, habían sido grandes fracasos económicos. 

Soy el productor, el promotor original de la película, la empecé, la acabé. 

Dicen que ya no existen los productores cineastas, que solo queda una especie de intermediarios comisionistas que actúan entre las fuentes de financiación y los artistas. Es falso. Hay productores que como yo, se enamoran de las historias, se endeudan hasta las cejas para hacer películas, participan en todas las decisiones creativas y no paran hasta que las estrenan. Quieren recibir el aplauso del público o los abucheos. Les merece la pena el riesgo porque trabajan con pasión. Una pasión absurda e incomprensible por el cine.  

Hay muchos apasionados en la industria de hacer soñar. Siempre los ha habido. Este año hemos podido ver películas como "La invención de Hugo" o "The Artist" en homenaje a los que luchan por sus películas, independientemente de si es porque trabajan por encargo o porque pueden.

(Espero que siga siendo así porque solo así se podrá exclamar ¡larga vida al cine! y si es español... mejor). 

Alejandra